Esta mañana tuve que realizar algunas gestiones. Y como hacía un poco de viento, me vestí con la chaqueta. ¿¡Un poco de viento, digo!? En Zaragoza, el cierzo, cuando sopla, no lo hace «poco». Sopla con ganas, sea junio o noviembre. El caso es que mi cuello y mi espalda sufren mucho cuando no están abrigados. Por eso, siempre llevo puesto un pañuelo, sea la época del año que sea: si no llevo el cuello abrigado y me coge el frío en él, acaban doliéndome la espalda y la cabeza. Esta mañana se me olvidó; o mejor, me lo pensé un poco y acabé decidiendo no llevar ningún chal. Y claro… pasé un poco de frío.
Así que al llegar a casa, me preparé un buen té caliente. El que mi cuerpo me pidió. ¿Y cuál fue? Un té rojo con jengibre.
¿Y por qué ese y no otro? La medicina tradicional china llama al té rojo el té de la salud, porque actúa sobre las energías que regulan las funciones del cuerpo. Entre sus muchas propiedades, regula el sistema inmunológico y previene infecciones. El jengibre se utiliza, entre otras cosas, para aliviar los dolores musculares y los dolores de espalda; también es eficaz contra la gripe y los resfriados, pues, por ejemplo, alivia la tos.
¿Está claro por qué mi cuerpo, que es sabio, me pidió un caliente té rojo con jengibre al llegar a casa, verdad?