Se preparó un té negro, de los que le gustan. Negro como el futuro, pensó. Tras la ventana, ve cómo llueve. Siempre le ha gustado la lluvia. La lluvia limpia, ha creído siempre. Se asoma al cristal con la taza de té calentándole las manos y observa el paso rápido de la gente. Llueve, y lleva la taza a la boca. No es opaco el té; puede ver el fondo de la taza a través del líquido ambarino.
La lluvia aclara y limpia, y el futuro quizá sí sea realmente del color del té. Y no es tan negro.