Desde pequeña estoy acostumbrada a vivir en una casa con una gran huerta y un precioso jardín lleno de camelias y muchas otras plantas con flores. Y, además de poder comer nuestras propias lechugas y nuestras propias frutas, alimentar a nuestras gallinas con nuestro maíz y de tener unas mañanas llenas de exquisitos aromas, también he crecido acostumbrada a tener nuestras propias plantas aromáticas y medicinales. Que necesitábamos perejil, a la huerta. Que necesitábamos xarxa para los dolores menstruales, a la huerta (la xarxa es como se denomina a la salvia en gallego; yo, entendedme, no soy capaz de llamarle de otra manera; ahora, aquí, en Zaragoza, tengo que pararme a pensar cómo se llama cuando voy al vivero). Que necesitábamos hierba luisa, a la huerta. Todo en la huerta.
Así que, ahora que vivo en un piso con terraza, y ya hemos montado nuestro huerto terracero, era el momento de tener mi huertito de plantas aromáticas y medicinales. Con algunos de los olores de mi infancia: hierbabuena, tomillo (el amarillo, que es además buenísimo para prevenir resfriados), hierba luisa (me moría, lo confieso, por oler cada mañana la hierba luisa), perejil, salvia… pero también menta chocolate, melisa, orégano, albahaca y menta poleo. Y, quizás ya el año que viene, tendré ruda. Así, además de poder echarles mano para preparar una infusión o condimentar alguna receta con las hojas frescas, podemos secarlas para guardarlas y usarlas cuando las necesitemos.
¿Y eso es muy difícil? No, en realidad. Sólo necesitas un lugar fresco y seco donde poder dejar tus hojas colgadas boca abajo durante al menos dos semanas. Así es como siempre lo hemos hecho en casa. Corta las hojas por la mañana, cuando estén secas del rocío nocturno pero puedas percibir todo su aroma. ¿Te has parado alguna vez a oler tus plantas por la mañana? Lava las hojas y flores con cuidado para eliminar restos de tierra; desecha las viejas y las que hayan sido comidas o mordidas por orugas, pulgones u hormigas; sécalas con cuidado con un papel absorbente y átalas con un cordel dejando espacio entre ellas para que circule el aire y respiren. Cuélgalas boca abajo, como dije, en el lugar elegido y déjalas secar. Vigílalas para comprobar que no se están pudriendo por agua que haya podido quedarles. Si es así, tíralas.
Cuando ya estén secas, colócalas entre dos papeles de cocina y aplástalas con el rodillo. Esto, si las quieres hechas casi polvo, como los que se compran en el supermercado. Ve quitando los tallos secos también; estos no los necesitas generalmente. Pero ten en cuenta que hay algunas, las de hojas grandes, como la salvia o la hierba luisa, por ejemplo, que es mejor que guardes tal y como están, sin trocear ni convertir en polvo. Y ya puedes guardarlas en sus frascos correspondientes.
Sencillo, ¿verdad? No te agobies por la frase «fresco y seco». Galicia es húmeda y hemos secado plantas aromáticas toda la vida. Lo que quiere decir es que no las pongas en el cuarto de baño, por ejemplo. Ni en el cuarto donde secas la colada, si tienes la suerte de disfrutar de uno sólo para eso.
¿Y cuándo es el momento de ponerlas a secar? Según las sabias de mi familia, i.e., mi madre y mi abuela, hay que cortarlas en la luna menguante de agosto; o sea, este año (2016) es la que empieza hoy, 25 de agosto. Pero, como comprobarás por las fotos, yo ya he ido cortando y secando a medida que necesitaba espacio. El orégano, p.ej., cuando saque flores (ahora) o midan sus tallos más de 6 cm. La menta poleo la corté totalmente cuando ya estaba invadiendo espacio de otras plantas (y así dejar hueco para otras nuevas). Lo mismo con la albahaca, que está rebrotando y naciendo plantitas nuevas donde cayeron las flores que deseché en el primer corte. Pero, siguiendo las indicaciones de mi señora mamá, a partir de mañana volveré a cortar y secar las que están preparadas para ello.
¿Ves qué fácil es? ¿Te animas a preparar tus propios botes de plantas aromáticas para tus recetas?